Uno y acción
Éramos dos polizones en la isla del tesoro.
Corría el año de las luces, bailábamos con lobos.
Primero y último fui de los amores de Carmen.
Nos detuvieron por ir descalzos por el parque.
De los diez mandamientos nos olvidamos del quinto
y con las botas puestas matamos un domingo.
Fuimos al doctor Zhivago por una bola de fuego
y al cabo de nueve meses nació la ley del deseo.
Sin más, todo empezó sin más, las luces y los extras,
¡Acción y a rodar!
Juan Salvador Gaviota creció en un apartamento
y fue testigo de cargo de nuestro infierno.
Con un niño y sin cariño, total, rebeldes sin causa.
Yo, con faldas y a lo loco, tú, con un guardaespaldas.
Hola y adiós, nuestros besos eran besos de vampiros
y una jungla de cristal nuestros caminos.
A mis cuarteles de invierno llevaste en mano una carta
con todo el rimel corrido, mi condesa descalza.
Y nos sentimos los dos justo en ese momento
dos socios más del club de los poetas muertos.
Amor, no hay nada entre los dos.
Ni trama ni suspense ni frío ni calor.
Se han llevado los nombres de nuestros camerinos.
De ésta ya no nos libra ni el padrino.
Y el fin, los créditos y el fin.
Y en el aire una frase: “¡Nos quedará París!”
Iré por ti como un trueno tras tu corazón verde
porque amor mío el cartero siempre llama dos veces.
Oirán tacones lejanos
la noche de la iguana.
Tras la ventana indiscreta
la belleza robada.
Tú, el miedo entre las piernas,
yo, la psicosis constante
de dar la talla y no ser
el increíble hombre menguante.
Y me dirás sin mirarme:
“Quédate a mi lado”
y yo, después de tantos años,
obtendré el graduado.
Viendo la pantera rosa
enterraremos mentiras.
Nos comeremos desnudos
las uvas de la ira.
Si las paredes hablasen sólo se oiría un “Te quiero”
abriendo por bambalinas un telón de acero.
Que todos somos actores buscando una salida
y el cine no es más que una imitación a la vida.