La Tristecita
Sangre del ceibal
que se vuelve flor:
yo no sé por qué
hoy me hiere más
tu señal de amor.
Zamba quiero oir
al atardecer:
capullo de luz,
que quiere ser sol
y no puede ser.
¡Ay, tristecita,
tristecita igual,
que es llovizna azul
murmurándole
al cañaveral!
El viento la trae,
se la lleva el sol:
sueño en el trigal
y sobre el sauzal,
lamento de amor.
Ya siento llegar
del cerro su voz:
pañuelo ha de ser
y lo he de prender
sobre el corazón.