Ajenjo

El fétido aroma de las flores del mal llena las copas,
Mientras los cuerpos sudorosos se despojan de sus
Ropas;
La sífilis onírica cubre y lubrica sus gargantas,
Falsa panacea para excitar a esas non-santas.
Los poetas malditos y sus prostitutas,
Analfabetas ellas, pero astutas, como buenas putas,
Comparten el licor de artemisa, jugo amargo, hierba
Santa,
La tuyona que atraganta y que los sume en
Convulsiones...


El espejo en mil pedazos refleja el llanto de saturno,
Verlaine yace taciturno, mientras se pierde en la
Euforia,
Inmolando en su memoria a siete gárgolas manchadas,
Herrumbrosas y oxidadas, bajo escombros de un
Alud;
Ya en la orgía chocan de nuevo vasos llenos de
Vermut:
Baudelaire y rimbaud escriben un poema brindando
A su salud.


Así, con un cinismo carente de dudas filosóficas,
No se toman nada en serio,
Se orinan sobre el evangelio...
Los infiernos personales son zozobra inconfesable
De estos genios marginados,
Perdidos en laberintos de paraísos inventados
Despojados de decencia.
Las cloacas de la moral censuraron su trabajo
De amor bueno y amor malo,
Y en medio de la hipocresía del luminoso imperio
Galo,
Fueron generales críticos y libres, desafiantes en
Combate espiritual
Por el triunfo de la decadencia y por la perversión
De la inocencia.
La putrefacción de la inocencia...


Tras morir en la deshonra, despreciados por la
Escoria
Que el crisol de sus ideas los conduzca hasta la
Gloria;
Que un tornado gigantesco los arroje hacía la patria
De la sombra
Donde nadie los ignora y sus palabras no son sordas,
Donde resguardan sus versos inmortales amapolas.

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