Milonga del alma II
(Milonga)
-Tus ojos azules, Alma! -dijo una vez, sentado, en voz alta, solo, a las tres de la mañana- y después dijo en ese bar: yo que era un niño y no sabía dónde estaba tu alma verdadera ¿cómo puedo seguir amándote hoy?
El alma de sus almas compartidas
como fuerte guitarra generosa
vivió aquel hombre aquella larga vida
que le duró hasta abril, flor poderosa.
Fue en verano que tuvo un nacimiento
y fue en Playa Pascual, tarde encendida
pero aquello no fue más que un momento
que le iba a suceder toda la vida.
Valga el canto de aquél que nunca supo
cuánto vale el dolor de ser mezclado
con amores distintos, en el grupo
de los amores más amenazados.
Valga el canto de quien mucho ha sufrido
por los demás y por su cuerpo mismo
que se puede entregar como un latido
como un rugido al borde del abismo.
Valgan el alma y más, las onerosas
costumbres del combate permanente,
porque el que combatió como las rosas,
llena el aire de flores consecuentes.
Y en el caso de aquél que busca un Alma
como persona o como flor ardiente,
valgan su muerte y valgan sus palomas
las tres almas de cinco continentes.
(La puntuación es de Alfredo Zitarrosa)
(Los textos en cursiva corresponden a partes recitadas)